El 9 de febrero se celebra el Día Internacional de la Pizza, en conmemoración con su creación. . El típico plato italiano trascendió fronteras y se convirtió en uno de los más populares del mundo, la Argentina no es la excepción. Es una de las comidas más consumidas en todo el mundo y que a todos gusta, debido a la diversidad de ingredientes con los que puede ser servida.
Ahora bien… ¿Quién te dijo que no se puede beber vino y comer pizza?
Desde luego es posible, es rico y fácil de armonizar; y además debemos disfrutar el vino de la mano de los platos más simples y más sofisticados también
La variedad de pizzas nos permite pensar en diferentes vinos. Una pizza de cebolla confitada y queso fundida es deliciosa con un Chardonnay con barrica; pizza con verduras asadas como pimientos, hongos y zucchinis con Bonarda, Malbec u otro tinto de intensidad media; la madre de todas las pizzas, la Margarita ideal con un rosado
Con las pastas, tan queridas en todas las mesas, podemos razonar de la misma manera. Pensamos en la salsa o en el acompañamiento y le buscamos el vino. Si la salsa es simplemente de tomate, preferimos vinos blancos, rosados o tintos de taninos dóciles como la Bonarda. Al igual si el plato tiene frutos de mar o el sabroso pesto genovés, preferimos un vino blanco aromático como el Pinot Gris o Sauvignon Blanc. Ravioles de calabaza asada o de ricota y nuez con un Chardonnay. Pastas rellenas con carne o verduras, como lasagnas, se merecen un Malbec o Bonarda con paso por barrica. Y al Syrah o al Cabernet Franc le buscamos unos fideos con un nutrido estofado de osobuco.
LA REINA DE LA PIZZA
La pizza se remonta a 3000 años atrás, al tiempo de los egipcios, de la Grecia clásica y de la antigua Roma o Pompeya. Recién en 1554 los españoles introdujeron el tomate en Europa procedente de México, y la pizza comenzó a tomar su forma.
La pizza de entre las pizzas es la Gran Margarita. Muchas fuentes relatan que el nombre se debe a la reina Margarita de Saboya, reconocida gastrónoma u esposa del rey Humberto I. La reina invitó al Palacio Real de verano de Capodimonte a un reconocido pizzero, il signore Raffaele Espósito, que por la época administraba la pizzería más afamada de Nápoles (hoy ciudad capital de la pizza) para que le preparara una nueva variedad a fin de satisfacer su curiosidad. Con un toque de creatividad, Espósito introdujo por primera vez la mozzarella o queso de búfala y la decoró con hojas frescas de albahaca con lo que juntó al tomate pintaban los colores de la bandera italiana: rojo, blanco y verde. Aceptada por la Reina, fue bautizada en su honor